martes, 11 de marzo de 2014

11-M, una década después

Supongo que hoy todos queremos contar que paso aquel 11 de marzo de 2004 bajo ese punto de vista que aporta nuestra experiencia personal para una fecha tan señalada…

Recuerdo un reportaje de televisión del año 2002 en que Pilar López de Ayala contaba en una entrevista, que en medio del rodaje de “Juana La Loca” les interrumpieron y les dijeron lo que había sucedido en Nueva York “dijimos: ¡es imposible! ¡el mundo se ha vuelto loco!” y prosiguió “nos quedamos sorprendidos, porque te pones a pensar y yo lo tengo muy presente, imagínate cuando pasen los años y nos pregunten ¿Qué hacías?
¿Dónde estabas cuando sucedieron los atentados del 11-S?”

Dos años y medio después nos levantamos, y nuestro mundo se había dado la vuelta bruscamente, alguien lo había puesto boca abajo de repente, y sin venir a cuento, el terrorismo se coló en las vidas de todos nosotros, nos zarandeó y nos dejo a merced de las decisiones políticas… pero hoy no es día para mencionar a nadie que no lo merezca, han pasado 10 largos años de nuestra historia, toda una década desde aquel instante en que el tiempo se detuvo, en que nuestra pregunta fue ¿y ahora qué?

…cabe recordar que llevábamos años y años levantándonos y viendo, muchos afortunadamente por televisión y lejos del lugar, atentados por todo el país… pero aquello fue diferente…
…tan sólo 4 días antes, murió tiroteado mientras realizaba su trabajo Ricardo Ortega en Puerto Príncipe (Haití), el reportero de Antena 3 que nos conto junto a Matías Prats en directo el minuto a minuto desde que el primer avión impactó en el World Trade Center, medio lustro atrás. El mundo del periodismo, conmocionado, pidió desde diferentes televisiones, incluida la gran rival Telecinco, que todos los reporteros en lugares con conflicto armado volviesen a España, después de lo ocurrido con José Couso y Ricardo.

…un jueves, a pocos días de la primavera, poco antes de las ocho de la mañana, los informativos matinales de radio y televisión dieron los primeros datos vía telefónica “al parecer, un artefacto ha explotado en un tren en la estación de Atocha en Madrid… no se sabe aún el porqué… sale humo de un tren de cercanías, la gente ha salido corriendo”.
Apenas habíamos despertado y así comenzaba la pesadilla. A medida que pasaban las horas, las cifras aumentaban y dejó de brillar el sol, la esperanza viajaba de hospital en hospital, y de tele en tele la noticia daba la vuelta al mundo. La triste realidad ocupaba periódicos digitales, mientras esperaba ser impresa en papel, para dar lugar a portadas, páginas e imágenes que marcaron un antes y un después. Se podría decir que nos levantamos la mañana de un jueves más, pero ya nada volvió a ser lo mismo...

Al día siguiente, con el cielo nublado, la gente deambulaba perdida en su rutina diaria, con la vista puesta en las impactantes fotos que en primera página presidian en hilera los quioscos, con la mirada perdida más allá de los cristales por los que resbalaban las primeras gotas de lluvia, o sobre las ventanas cuyo interior se cubría con grandes crespones negros impresos sobre folios, …
Ya por la tarde decenas de manifestaciones y millones de manifestantes invadieron las calles de ciudades y municipios, y Valladolid no fue una excepción, sino un fiel espejo de lo que ocurría en el resto del país, con o sin paraguas, a paso lento, en silencio o sin mayor sonido que el de los aplausos, la cabecera saldría de la Plaza San Pablo por ser una de las mayores del centro, http://www.valladolidantiguo.es/12-de-marzo-de-2004/

pasando por Angustias hasta el Calderón y después subir a la Universidad, ahí entre yo, una llamada me avisó de la imposibilidad de acudir al punto de partida, la zona estaba abarrotada, y el ritmo se fue ralentizando conforme pasaba por diferentes lugares (López Gómez, Plaza España, Duque de la Victoria, Ferrari), no recuerdo la cifra, aunque eso es lo de menos, pero una idea se puede hacer el lector si cuento que no pude entrar en la Plaza Mayor y viví los últimos minutos de aquella tarde en los aledaños…























Casi cuatro meses después la vida me llevó a conocer El Pozo y a los pocos días Atocha, lugares en que los altares improvisados dieron paso a unas pantallas en las que ciudadanos anónimos dejaron su mensaje, al igual que lo hice yo en esta última: “desde Valladolid, ánimo a esas familias”. 

Consideré, al igual que lo sigo haciendo, que ellas son las únicas afectadas, las que perdieron a alguna de esas 192 personas, así como los heridos. El resto somos sólo testigos del terror y nuestro posible dolor, al recordar, se queda en nada al lado del suyo.

Dolor que vimos reflejado en la declaración, en diciembre de ese mismo año, de Pilar Manjón, en representación de todos los afectados y del que os dejo unas líneas:
“192 fallecidos, 1.500 heridos. Una simple cifra para muchos de ustedes. Todo un mundo para nosotros. Espero que entiendan lo que significa levantarse cada día con una pérdida vital. Necesitamos el aliento de ellos, de los afectados, para caminar y estar en la puerta de este Congreso, o aquí ante ustedes. Porque ustedes, señorías, en esta comisión han discutido sobre quién habló, de qué y cuándo se informó. Han hablado de circunstancias, de manejos, de manipulaciones, de desinformaciones, de confidentes,  de desconfianzas. Han hablado de circunloquios y periferias. Han hablado, señorías, de ustedes. Esencialmente de ustedes. Nosotros, nuestros familiares, no han estado en esta casa, que se supone es la de todos, por eso queremos hacerles presentes hoy, hoy por primera vez se hacen un hueco, mal que les pese a algunos de ustedes, de ustedes que preferirían seguir utilizando  a las víctimas como arma arrojadiza y argumento para el desprestigio ajeno, hoy hablaremos en nombre de personas de carne y hueso.”

Nosotros tenemos presentes estas palabras y estos hechos mientras que las generaciones posteriores a la fecha que hoy recordamos e incluso aquellos que, por su corta edad, ni siquiera fueron conscientes de ello han crecido en una sociedad marcada por un pasado que, afortunadamente, gran parte de ellos no vivieron, y que para nosotros fue un eterno presente…

Algún día acudirán a nosotros y nos preguntarán qué ocurrió en aquellos atentados, pero sobre todo, lo que nos dejará completamente helados será ese instante en que nos pregunten ¿Qué hacías? 
¿Dónde estabas cuando sucedieron los atentados del 11-M?
  


Jesús M.R., a la memoria de las víctimas del terrorismo






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